25 de Noviembre Día Internacional contra la Violencia de Género. Y ¿Ahora qué?
La importancia de la Amígdala Cerebral
La amígdala cerebral la descubrió el fisiólogo alemán Karl Burdachen el siglo XIX. Es una estructura que recibe ese nombre por su parecido al de una almendra También se conoce como complejo amigdalino o cuerpo amigdalino. Está formado por dos grupos de núcleos neuronales situados en la profundidad de nuestro cerebro, en el interior de los lóbulos temporales. Es una estructura presente tanto en animales vertebrados complejos como en humanos y está compuesta por grupos de neuronas diferentes que se organizan en núcleos, y que cada uno tiene roles distintos
La amígdala tiene un funcionamiento complejo y participa principalmente en el miedo y en una gran variedad de funciones, aunque destaca por su papel en el procesamiento emocional, participando también en la memoria y en la toma de decisiones.
La amígdala cerebral forma parte del Sistema Límbico, un conjunto de estructuras cerebrales interconectadas que cumplen varias funciones básicas relacionadas con los instintos y la supervivencia de la especie como el hambre, la sed, el sexo, la memoria y las emociones más primarias.
Heinrich Klüver y Paul Bucy descubrieron que, si extirpaban toda la amígdala y las cortezas temporales en monos, se producía embotamiento afectivo, pérdida de miedo, domesticación, alimentación indiscriminada, hipersexualidad e hiperoralidad.
Nos podemos asustar y damos un sobresalto incontrolado cuando confundimos un estímulo que no es peligroso (una cuerda) con uno peligroso (una serpiente), ya que reaccionamos antes de poder llegar a un pensamiento consciente y acertado, lo que ayuda a nuestra supervivencia. De este modo podemos tener miedo sin saber por qué en situaciones similares vividas con anterioridad. El núcleo central se conecta con regiones del tronco cerebral, controlando la expresión de respuestas de miedo, inmovilización y reacciones endocrinas y autonómicas, como la huida, generando la producción de la adrenalina, acetilcolina, la serotonina, y la dopamina, que activan nuestro cerebro y nos hacen reaccionar ante el peligro, produciendo aumento de la temperatura corporal, temblores, aumento del ritmo cardíaco, sudor, nerviosismo, es decir un estado de alerta.
El núcleo medial produce las conductas emocionales ya que recibe información del bulbo olfatorio y transmite esta información a los núcleos hipotalámicos, teniendo una importancia fundamental en lo relacionado con la reproducción y la defensa.
La amígdala también proyecta en áreas que controlan la musculatura facial como el nervio trigémino, adoptando nuestro rostro la expresión facial propia del miedo (ojos muy abiertos, cejas elevadas, labios tensos y boca abierta).
– Memoria y emociones: la amígdala forma parte de un sistema general para la memoria de tipo emocional. Este tipo de memoria es la que nos permite recordar qué pistas del entorno se asocian con un acontecimiento peligroso, beneficioso o agradable. Así, ante la aparición de esas claves en el futuro, puede generarse una respuesta automática de miedo o acercamiento, con el objetivo de promover nuestra supervivencia.
La activación de la amígdala ante estímulos que nos provocan miedo o felicidad causa una potenciación de nuestra memoria. Es decir, recordamos mejor las cosas que nos ocurren cuando surgen emociones intensas simultáneamente, así el arousal o activación emocional es la que facilita que los recuerdos se consoliden.
De hecho, existe un estudio que demuestra que se recuerdan mejor las palabras vinculadas a alta excitación emocional y se recuerdan peor las neutras.
– Respuesta al placer: la amígdala no sólo se centra en el miedo, también vincula datos del ambiente con elementos tanto apetitivos como no apetitivos de un estímulo, participando en todas las drogodependencias.
– Diferencias sexuales: está comprobado que la amígdala presenta variaciones según si hablamos del sexo femenino o del sexo masculino. Eso explica por qué se observan ligeras diferencias entre hombres y mujeres en la memoria emocional y en las respuestas sexuales. De hecho, parece que los hombres poseen una amígdala de mayor tamaño que las mujeres, casi el doble de tamaño (Goldstein et al., 2001). Siendo el tamaño causa de mayor agresividad y problemas de convivencia, incluido la Violencia de Género
-Creencias limitantes y secuestro emocional: cuando creemos en algo firmemente, sea cierto, correcto o no, como cuando estamos enamorados, la amígdala nos hace actuar, pensar y sentir de forma que difícilmente podemos dialogar, pensar y actuar correctamente. El autoconocimiento y la autoestima nos ayudan a evitarlo
– El control de la amígdala se puede aprender Una de las formas en las que vamos logrando un control emocional más adaptativo a medida que crecemos, es por la maduración de las conexiones existentes entre la amígdala y la corteza pre-frontal donde actúa la Inteligencia Emocional y la Inteligencia Ejecutiva. La maduración de estas conexiones va ligada a la etapa de la adolescencia.
De esta forma problema se presenta de forma especial en la adolescencia, cuando se incrementa el cambio hormonal, el apetito sexual, crecemos muscularmente y aumenta nuestra fuerza y no tenemos el control emocional ni suficientemente preparada la Inteligencia Ejecutiva, por lo que los varones somos potenciales agresores sin la educación adecuada y nos equivocamos, todos, en la toma de decisiones.
La educación en Inteligencia Emocional y Ejecutiva es fundamental para evitar o al menos paliar la Violencia de Género, la de pareja, la de los adolescentes en los centros educativos y en la familia, teniendo en cuenta que las parejas homosexuales pueden sufrir el mismo problema. Se puede educar desde muy jóvenes y es necesario formar a maestros, padres y profesorado, incluido los inspectores de educación, para avanzar con firmeza en la buena convivencia de los centros escolares y en la lucha contra la violencia de género. Las manifestaciones populares, los debates televisivos y artículos de opinión en contra de la Violencia de Género y la agresividad de los adolescentes del Siglo XXI no sirven de nada si no se dedica el suficiente esfuerzo y recursos, para la formación sobre la materia, de forma científica, crítica y creativa.
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